Eso de quedarse solo
Eso de quedarse solo luego de pasar la vida pegándose rutinas, calores, compañías, es tan duro de aceptar y de resignarse a perder la costumbre. Vivir en compañía y cambiar todas las rutinas para adquirir otras que se compaginen con las de los nuevos seres que llegan a la vida de uno, representa un trabajo que no se siente, que se va realizando minuto a minuto, paso a paso, consciente de que se están sembrando bases para un futuro sólido.
Pero esta vida da muchas vueltas y, de pronto las cosas que se comenzaron a construir deben ser dejadas de lado, a medias, desechadas, para enfrentar la nueva realidad.
Eso de quedarse solo es como si a uno le arrancaran un pedazo de algo muy importante, sobre todo cuando la soledad llega de sorpresa, cuando todo lo que se tiene es arrebatado cruelmente, sin ningún miramiento y se lleva a otro lado, junto a otros fuegos, se entrega lo construido a otros intereses, lejos de las ilusiones y planes creados, y uno se queda de lado, perdido en el azoro de no entender por qué está sucediendo.
Entonces uno vuelve la vista al mundo, ese que se abandonó por seguir el brillo de la compañía, por creer que se pudiera vivir solamente en esa isla, buscando la felicidad, dando la imagen de ser el mejor compañero, de creer a ciegas y de esperar siempre a cambio la misma intensidad con la que uno se ha entregado.
Pero la soledad llega. Se instala de golpe haciendo de lado todo, derrumbando todo; la soledad reclama todo el espacio, lo arrebata, se queda ahí junto, tratando de llenar el hueco que provocó la huída.
Eso de quedarse solo es motivo para sacar lágrimas de quien sabe donde, de sentir el dolor de mil puñales rompiendo las carnes, de ver como se va la vida que te deja dando vueltas sin encontrar un rumbo. Estar solo, perdido entre cientos de ideas que pretenden ser una explicación, girar en torno a una razón que no aparece y repetir la misma pregunta a cada instante sin que alguna respuesta satisfaga la angustia.
Uno se queda como en el centro de nada, es como si el universo entero rechazara la presencia de un ser que está solo, como si toda la mugre del mundo arropara ese cuerpo abandonado, como si todas las burlas fueran disparadas en contra de uno. Y se puede ver como la piel se marchita, como los ojos enrojecen y el rostro adquiere un rictus fantasmal. Uno, antes se era más. Y en ese pasado se queda la historia que se iba a contar a los nietos. La casa se cierra, los muebles se empolvan, la ropa pierde su color, como se pierde el brillo de los ojos que es el mismo brillo de la vida.
Uno ve la espalda del ser que se aleja; al fondo, otro camino le espera, otra sonrisa le recibe, otra sombra le cobija. Uno se muerde las manos sintiéndose como árbol seco, sin follaje que pudiera dar frescura
Uno llora cuando se queda solo, uno siente que se pierden las ganas de vivir, uno cree que está acabado. Uno…
Pero esta vida da muchas vueltas y, de pronto las cosas que se comenzaron a construir deben ser dejadas de lado, a medias, desechadas, para enfrentar la nueva realidad.
Eso de quedarse solo es como si a uno le arrancaran un pedazo de algo muy importante, sobre todo cuando la soledad llega de sorpresa, cuando todo lo que se tiene es arrebatado cruelmente, sin ningún miramiento y se lleva a otro lado, junto a otros fuegos, se entrega lo construido a otros intereses, lejos de las ilusiones y planes creados, y uno se queda de lado, perdido en el azoro de no entender por qué está sucediendo.
Entonces uno vuelve la vista al mundo, ese que se abandonó por seguir el brillo de la compañía, por creer que se pudiera vivir solamente en esa isla, buscando la felicidad, dando la imagen de ser el mejor compañero, de creer a ciegas y de esperar siempre a cambio la misma intensidad con la que uno se ha entregado.
Pero la soledad llega. Se instala de golpe haciendo de lado todo, derrumbando todo; la soledad reclama todo el espacio, lo arrebata, se queda ahí junto, tratando de llenar el hueco que provocó la huída.
Eso de quedarse solo es motivo para sacar lágrimas de quien sabe donde, de sentir el dolor de mil puñales rompiendo las carnes, de ver como se va la vida que te deja dando vueltas sin encontrar un rumbo. Estar solo, perdido entre cientos de ideas que pretenden ser una explicación, girar en torno a una razón que no aparece y repetir la misma pregunta a cada instante sin que alguna respuesta satisfaga la angustia.
Uno se queda como en el centro de nada, es como si el universo entero rechazara la presencia de un ser que está solo, como si toda la mugre del mundo arropara ese cuerpo abandonado, como si todas las burlas fueran disparadas en contra de uno. Y se puede ver como la piel se marchita, como los ojos enrojecen y el rostro adquiere un rictus fantasmal. Uno, antes se era más. Y en ese pasado se queda la historia que se iba a contar a los nietos. La casa se cierra, los muebles se empolvan, la ropa pierde su color, como se pierde el brillo de los ojos que es el mismo brillo de la vida.
Uno ve la espalda del ser que se aleja; al fondo, otro camino le espera, otra sonrisa le recibe, otra sombra le cobija. Uno se muerde las manos sintiéndose como árbol seco, sin follaje que pudiera dar frescura
Uno llora cuando se queda solo, uno siente que se pierden las ganas de vivir, uno cree que está acabado. Uno…