Los sueños de otros
Los afectos, cariños, amistades, son valores que pueden ser puestos por debajo de una capa de olvido mientras los intereses salen a la luz y muestran los rostros en una dimensión poco vista, pero no por eso menos negativa.Luego de convivir en un equipo en el que se compartieron sueños, planes, intereses también, con el paso del tiempo y los movimientos naturales de una sociedad que cada día camina y cada paso es dado con más fuerza, los equipos se disuelven y cada uno de sus miembros busca sus propias oportunidades y esas suelen estar en un terreno donde querrá pasar uno o más de aquellos amigos con los que se pensaba que el mundo era de chocolate y alcanzaba para todos.De pronto, cada quien en un grupo diferente, ve su antiguo universo desde otra posición, con los mismos ojos, el mismo sueño y el mismo plan, pero de una perspectiva diferente, con un color diferente.Y aquellas triquiñuelas hechas en equipo y que nadie del grupo sería capaz de divulgar, se colocan en el sitio de los riesgos para unos y de armas para otros. Es un material caliente que estuvo escondido entre los temas que servirían de anécdotas cuando pasados los años, las reuniones fueran para recordar los tiempos idos, para volver a disfrutar de los momentos intensos que juntos se vivieron, para solaz de la edad y del compañerismo.Pero la historia siempre tiene planes diferentes a los de los amigos, a cada uno de ellos los coloca en distintos lugares, en bandos contrarios, de frente para iniciar una guerra de la que uno sólo se beneficiará por un corto tiempo y otros habrán logrado dividir para vencer.Esa es la realidad de hoy, cuando la ideología se ha perdido y los espejismos confunden.Los amigos hoy enfrentados, creen tener la solución a los problemas que antaño se plantearon, creen que salvarán al pueblo que los vio crecer, creen que ahora sí llegó la hora y que dejarán de ser amigos por el bienestar de un sector de necesitados que no los conoce y los que no han pedido permiso para ir a socorrerlos.Son compañeros que medirán sus fuerzas desde bandos contrarios y quien gane demostrará que es mejor que el otro y será rodeado por aquellos desconocidos para recibir quejas, solicitudes, apoyos. Verá en un segundo cientos de rostros desconocidos, escuchará lisonjas y alabanzas, lambisconerías, sonrisas y apretones de mano, entregas incondicionales efímeras y sentirá que sólo le falta estirar la mano para alcanzar la gloria.Mientras el otro, rumiará un fracaso otorgado por los desconocidos, por aquellos que no conocen su historia.Se pintará una sonrisa en el rostro y saldrá a felicitar a su ex amigo, y dirá que todos aquellos que lo encumbraron, ahora sí, están en buenas manos y le deseará todo el éxito y se pondrá a sus órdenes. Ambos se verán como antes, nadie notará el escudo interpuesto para evitar una posible agresión, las sonrisas serán fingidas y los abrazos ya no llevarán la carga de afecto, como aquellas palmadas, fuertes y sonoras que la espalda del compañero dejaban la confianza y la satisfacción de compartir los mismos espacios.Cada uno se cuidará de que no se vayan a sacar los trapos sucios, cada quien evitará decir, para que el otro no diga.Pero para eso están los otros, ¡qué mas da! Habrá quienes se encarguen se agrandar la brecha entre los amigos, las intrigas y los rumores se esparcirán como el polvo de los tiempos ensuciando una trayectoria compartida.Ahora, cada uno de los amigos verá el mundo de acuerdo al color que le arrope, de acuerdo a otros planes y otros objetivos.Los sueños de cambiar al mundo no podrán hacerse realidad porque algunas de las piezas para armarlos, quedaron en canastas diferentes y aquel rompecabezas que sólo conocían los integrantes del equipo primario se perderá para siempre.
La cultura del éxito
¿Alguna vez te ha pasado que recibes un sin fin de halagos por parte de personas que no conoces, por algo maravilloso que lograste? Y cuando llegas con tus seres más cercanos, nadie se enteró, ni le interesó lo que hacías para lograr ese algo?O tal vez hayas vivido una situación en la que llegas a tu círculo de familiares más íntimos, henchido de orgullo por el éxito obtenido en lo que haces, esperando rec
ibir por lo menos un halago o una felicitación y lo único que recibes es una cara de tamaño monumental con un gesto agrio e indiferente.Sucede a menudo y todos hemos pasado por esa triste situación y, al decir que ocurre con frecuencia, podríamos estar aceptando que se trata de algo normal, común y que debemos padecerlo, tal vez como el dolor que causa la “muela del juicio” cuando comienza a salir.Pero no es normal que esto suceda, puede que sea común que en nuestra sociedad mexicana estemos acostumbrados el no recibir motivaciones precisamente de las personas más cercanas.En una empresa muy exitosa que tiene mucho contacto con el público y los empleados mantienen un contacto cercano con los consumidores del producto que ofertan, se da este caso desde la misma dirección. Es común escuchar al más alto funcionario de la empresa llamar la atención de sus empleados llamándolos “mediocres”, cuando son la empresa líder en el ramo y los resultados públicos de los trabajadores son reconocidos por otras instancias.En la mayoría de las familias mexicanas es muy dado a criticar al miembro que pretende dedicarse a una profesión que en toda la genealogía no se había contemplado y no por desconocerla, sino por que no se considera propia para la alcurnia de la familia. Los motes de “loco”, y “oveja negra” son los primeros que se endilgan al familiar que se atreve a romper con la tradición de ser y trabajar lo mismo que hizo el fundador de la dinastía.Pero, cuando aquel pariente comienza a obtener frutos gracias a su quehacer extraño, entonces se comienza a respetar aquella ‘descabellada’ decisión, aunque no se esté totalmente de acuerdo con ello.Hay personas que padecen con mucha frecuencia este tipo de desatenciones familiares o de jefes, mientras en el exterior, los logros personales del sujeto son catalogados como fuera de serie, alcanzando un nivel de respeto y admiración en el resto de la sociedad más allá de lo normal.Y es que el resto de la gente puede apreciar desde lejos el esfuerzo que se debe realizar para llegar a una determinada meta, tal vez se imaginan que el trabajo debe ser titánico para poder llegar al sitio que una persona alcanza.Pero al interior familiar o de la empresa donde éste está contratado, las cosas se ven de otra manera, es como si la familia o a la institución donde se trabaja fuera la dadora de los elementos que aquél necesitó para escalar los peldaños del éxito y se olvidan del talento del individuo, de sus capacidades personales que son, en primera y última instancia lo que le da el toque de grandeza a la labor que se realiza.Porque es fácil saber que muchos más se dedican a hacer lo mismo sin que se logre el mismo nivel de reconocimiento.En otras sociedades, las cosas funcionan de diferente manera. El individuo que destaca por sus habilidades personales, de inmediato es llamado para recibir estímulos, para ascender, para darle más responsabilidades y más salario.Entre nosotros, pocos son los que se atreven a reconocer el éxito de otro y el resto se dedicarán a tratar de minimizar al individuo exitoso y a su trabajo, a reconocer los errores que comete y comunicarlos, a destacar sus defectos de persona; en fin, a poner en primer plano los aspectos negativos de esa personalidad que también los tiene como todos los tenemos.Es la falta de la cultura del reconocimiento, del estímulo al esfuerzo, de intentar ignorar que en nuestro equipo hay seres que destacan por sí solos y que necesitan del reconocimiento para seguir siendo exitosos.
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