miércoles, agosto 08, 2007

El tuerto es rey


Llenamos de dudas y mentiras el espacio en el que nos movemos, así vamos creando la fantasía de ser imprescindible, único, indispensable, casi rayando en la perfección.
En un principio sabíamos que enviábamos mensajes falsos a la comunidad y cuidábamos que éstos no se derrumbaran, meticulosamente preparamos el terreno para caer siempre en blandito, para evitar que narices ajenas husmearan en nuestros dominios, algo que debía permanecer oculto.
El problema comenzó cuando la perfección del plan comenzó a meterse en el propio cerebro. La mente comenzó a procesar el invento y la idea de ser exactamente como decíamos fue adquiriendo tintes de verdad.
Fue entonces cuando despegamos los pies del suelo, cuando el gas de la falsedad infló el ego hasta sentir que no cabíamos en el humilde espacio que ofrecían los demás, todo se convirtió en poca cosa, los defectos de los otros eran gigantescos, comparados con la perfección que ostentábamos, los halagos surtieron efecto, en un lugar donde el tuerto es rey nuestra personalidad enseñorea, lleno de nada dominamos a los que nada ofrecen e imponemos nuestra voluntad sólo por creer que es la única que tiene validez, de acuerdo a que los otros no tienen nada que ofrecer.
Bajarse de la nube donde la vanidad suele colocar a los de espíritu pobre, es un sacrificio de proporciones descomunales que no se comparan con los que se deben hacer para ganarse un lugar seguro entre la sociedad que nos arropa, resulta casi imposible aceptar que se está cometiendo un error cuando los resultados indican lo contrario, aunque éstos no tengan el tamaño de la soberbia con que fueron alcanzados.
Las voces de la experiencia no calan en el ánimo, la verdad conocida ya por otros que se han tenido que doblegar cuando la realidad los alcanza, no es motivo suficiente para detenerse y reflexionar sobre lo que se ha hecho, lo que se ha obtenido y la trascendencia de los logros, no. Parece más fácil aceptar la seguridad que el despotismo y la arrogancia dan pero sin aceptar lo efímero de estas argucias sociales.
Llegan mensajes de cómo la vida se cobra cada una de las ofensas que se le hacen, que no hay escapatoria, pero seguimos confiando en la buena suerte y en que la baja estima de los demás ahí seguirá, para continuar aprovechándonos de su ingenuidad, para que sigan creyendo que somos lo mejor que pudo pasarles en su vida, que somos su salvación y su seguridad para que encuentren el camino del bien.
Mientras, seguiremos cuidándonos que nuestras mentiras protectoras no se derrumben, debemos evitar quedar al descubierto y seguir pensando que no tenemos por qué dar explicaciones de nuestros actos a nadie, que ningún control nos somete y que tenemos una guerra ganada contra las figuras de autoridad.
Que valores como el respeto y la confianza son sólo aplicables a aquellos que creen en nosotros ciegamente y, que a solas nos reiremos de esa estupidez llamada lealtad.
Hoy nos queda muy claro que las mentiras lanzadas con un perfecto disfraz de verdad y cuidadosamente arropadas con un conjunto de certeras dudas, nos darán la garantía de continuar en este lugar privilegiado.

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