miércoles, abril 25, 2007

Ya nada es igual







Liberación absoluta
es meta de la mujer
pero aquello de que hablamos
que no lo dejen de hacer
aunque sea sin amor.
Oscar Chávez

Ellas pedían no ser relegadas, no estar al margen, se cansaron de ser las grandes señoras atrás de un gran hombre, se fastidiaron de ser oficialmente la ‘segundo de a bordo’.
Saltaron, gritaron, pidieron igualdad de condiciones, se rebelaron y comenzaron a invadir las calles, las oficinas, los gimnasios, las canchas deportivas, las redacciones, aulas, fábricas, plazas, mercados, todo, todo lo llenaron con sus curvas y sus perfumes.
Y la sociedad vio que eran justos sus reclamos abriéndose a ellas.
Luego dijeron que todo era entre dos, se cambiaron términos, decisiones entre dos, ambos embarazados, ambos cómplices, ambos amigos; en fin, todo juntos… Llegaron a compartir gastos, sueldos y labores del hogar que "antes" estaban totalmente destinadas a ellas.
Pidieron compañeros, amantes, amigos, no dueños.
Las cosas cambiaron a partir de sus reclamos, ya no querían ser tratadas como muñequitas de adorno, sino como iguales. Pretendieron colocarse en el mismo nivel que ellos en todos los aspectos sociales. El mundo capitalista reclamaba a todos los seres disponibles para producir, para no dejar caer el modo de producción, para no perder dinero.
Arriesgaron a la familia, dejaron solos a los hijos, todo con tal de ganar y estar a la par, porque el que paga manda.
Y en esa invasión del mundo masculino, también quisieron emularlo, tal como lo percibían. Así se reprodujo otra vez las cosas que ellas reclamaban a ellos, los defectos y los vicios fueron por partida doble, iguales, no contrarios, no complementos, no uno para el otro, iguales, con la misma fuerza, derechos, obligaciones, salarios…
Dos fuerzas que naturalmente van en sentido contrario, socialmente son iguales ahora y, aunque aún falta un largo trecho para conquistar, continúan retando al mundo, embarcándose en las aventuras más difíciles, a partir del mundo ya conquistado por los varones.
Pero son diferentes, su propia condición natural las hace diferentes, los instintos no cambiaron, no han cambiado y no les conviene cambiarlos. Siguen siendo vulnerables en ciertos períodos de su vida, lloran por cualquier cosa, gritan y patalean por minucias, se embarazan y deben alejarse del mundo conquistado mientras aman, admiran y amamantan al bebé.
Hoy, muchas mujeres han conquistado el mundo que ‘antes’ era exclusivo de ellos, pero estorba la maternidad, el matrimonio, los hijos, la familia, ellas están exponiendo sus necesidades, muchas quieren ser madres solas, para eso han trabajado, ellas quieren negarle ilusión a esa contraparte que ahora resultan los culpables de tanto tiempo de sometimiento, como si ellos no fueran también las víctimas de un mundo desigual.
Ellas quieren decidir cuando ser madres, pero separan el acto que las lleva a concebir, socialmente pueden lograrlo a través de decretos que emitan los hombres del poder.
Mientras, por un lado reclaman igualdad de derechos y obligaciones, imponiendo su visión se han cambiado leyes y reglamentaciones, ellos han cedido terreno, por otro, separan brutalmente al varón y reclaman su derecho a decidir solas, como si solas estuvieran en este mundo, primero exigieron ser tomadas en cuenta y ahora no toman en cuenta, primero pidieron perdón, ahora, no quieren perdonar.
Es como una guerra implacable contra un enemigo que cedió sus espacios para alcanzar armonía y, en esa muestra de debilidad, no habrá clemencia, no quedará piedra sobre piedra, no habrá vestigios. Todo será un recuerdo

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