jueves, mayo 10, 2007

Madres modernas

¿Qué celebrar?


Nunca le preguntaron que era lo que quería hacer con su vida, jamás su opinión tuvo peso suficiente para cambiar el rumbo de un proceso familiar. Estaba destinada a cumplir sólo una misión, la de parir. Eso era lo único importante, lo demás solamente fueron las consecuencias de traer hijos al mundo, cuidarlos, amamantarlos, vestirlos, asearlos; todo para otros, nada para sí.
Pero contenta por hacer lo que le tocó hacer en la vida, no rechazó la actividad de mamá, la más pesada de todas las profesiones, la más ingrata, porque ser solamente quien surta de hombres a la comunidad, finalmente no representa un logro personal, un triunfo, algo que marque un currículum importante que lleva a ganar premios y reconocimientos, a tener bonos de productividad ni nada de los reconocimientos que se dan por estar en el mundo de la producción.
Hoy, aquellos hijos paridos por aquella mujer que nunca le preguntaron cuáles eran sus sueños, sus aspiraciones como persona, luchan por sobrevivir en un mundo de competencias salvajes, pelean por tener un salario que les permita subsistir junto con los hijos que algún día repetirán la historia.
Pero las nuevas mamás ya no están dispuestas al sacrificio que las abuelas aceptaron. Ahora, las mujeres están insertas en el nuevo mundo, en la modernidad, en la competencia de todos contra todos, buscando el reconocimiento de los demás. En el espacio donde se mueven, las actividades propias de la maternidad estorban y se busca una solución para que la plenitud del éxito no se vea ensombrecida por pañales sucios, ni vómitos ni llantos infantiles.
Hoy la vida es otra, ya nos se trata solamente de echar hijos al mundo para perpetuar la especie, sino de ser igual que todos, con las mismas oportunidades, con todas las posibilidades de hacer realidad los sueños, de no cambiar las propias ilusiones por las de la pareja o las de los hijos, de no vivir la vida de otro, sino la propia.
Una gran dosis de egoísmo lleva esta actitud, pero también contiene el reclamo justo y gracias a estas nuevas mujeres, la sociedad tendrá que parir una nueva etapa en la historia de la humanidad.
Obliga todos a volver la vista al pasado, a revisar las causas por las que el hecho de ser madres relegó a la mitad de la riqueza humana nacional y mundial; obliga a reconocer el sacrificio real de las mamás de antaño, mujeres que envejecieron esperando algo que nunca llegó y que tal vez recibieron exactamente lo contrario a lo que debieron recibir.
Porque debe ser terrible sepultar esperanzas, olvidar sueños y aspiraciones para dedicarse a ver crecer a los hijos.
Pero finalmente, ser madres es parte de la actividad biológica exclusiva de las mujeres, nacieron con esa función que puede ser como respirar, dormir, como la función del corazón vivo, del hígado, una actividad natural diferente a la de los hombres e imposible de negar desde el punto de vista natural, aunque socialmente se pueda esconder, evitar y que provoque actitudes aberrantes como la de horrorizarse ante la posibilidad de tener hijos.
La sociedad en la que nos ha tocado vivir, se encuentra hoy ante la disyuntiva de vivir con modelos obsoletos, mientras las mujeres avanzan o revisar lo que tenemos, si nos sirve o no, si vale la pena el festejo dedicado a ellas únicamente por ser madres o esto debe ser erradicado o modificado.
Qué pensarán las maestras jóvenes que se esmeran por organizar el festival de mayo para unas mamás que no pueden asistir porque deben trabajar, cuál es su propuesta, cómo se resolverá este conflicto moderno…
Aquellas mamás, hoy abuelas, bisabuelas que pierden sus miradas en un horizonte que jamás alcanzarán, aquellas a quienes no les preguntamos si querían que fuéramos sus hijos y que nos recibieron con todo el amor que fueron capaces de sentir y que dieron su vida social a cambio de vernos felices, que soportaron berrinches, orines y todas las etapas del crecimiento humano, de niños y niñas que luego fueron adolescentes, jóvenes y después adultos.
Hoy mi madre sufre los achaques de la edad y yo, desde la comodidad de mi oficina, no me he tomado el tiempo de preguntarle si está satisfecha, si hoy en su plenitud, es la mujer que siempre quiso ser.

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